Sabiduría E Ilusiones De La Filosofía

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' ' ., ~ l 1 Jean Piaget - S~URÍA E ILUSIONES DE LA FILOSOFÍA ! 1 1 ediciones penfnsulaM.R. ' La edición original francesa fue publicada por Presses Universitaires de France, de París, con el título Sagesse et illusions de la philosophie. © Presses Universitaires de France, 1965 Traducción de Francisco J. CARRIL(O y Marie-Claude VIAL Cubierta de Jordi Fornas, impresa en Lito-Fisán, s/l., J. Piquct 7, Barcelona. Primera edición: mayo de 1970. Segunda edición: octubre de 1973. Propiedad de esta edición (incluidos la traducción y el diseño de la cubierta), de Edicions 62, s/a., Provenza 278, Barcelona-8. Impreso en Gráficas Pareja, Montaña 16, Barcelona. Dep. Legal: B-36.852-1973. ISBN: 84-297-0915-0. lntroducclón Sería presuntuoso decir que se me impuso este libro como un deber, pero sí por lo menos en virtud de una exigencia cada vez más apremiante. La tesis que desarrolla es sencilla y, en ciertos puntos, común: que la filosofía, de acuerdo con el gran nombre que recibió, constituye una «sabiduría» imprescindible a los seres racionales para coordinar las diversas actividades del hombre, pero que no alcanza un saber propiamente dicho, provisto de las garantías y de la forma de control que caracterizan lo que se llama «conocimiento». Pero si he vivido cómodamente con tal creencia, como todos los que, siendo seducidos por la filosofía, se quedan sin em~ bargo al margen de ella, me pareció que se hacía necesario justificar explícitamente y hasta proclamar esta tesis, frente a los abusos cotidianos a los que lleva su desconocimiento. Al final de una carrera de psicólogo y de epistemólogo, en la que he cultivado las mejores relaciones con los filósofos (que, muy a menudo, me han honrado con una amistad y una confianza conmovedoras ya que algunos de ellos incluso han promovido mi designación como miembro del Instituto Internacional de Filosofía, sin que yo haya presentado mi candidatura), he vivido casi diariamente los conflictos que retrasan el desarrollo de las disciplinas que quieren ser científicas. Y he llegado al convencimiento de que, bajo el conjunto sumamente complejo de factores individuales o colectivos, universitarios o ideológicos, epistémicos o morales, históricos o actuales, etc., que intervienen en cada uno de esos conflictos, finalmente se encuentra siempre el mismo problema y bajo unas cuantas formas que me parecieron depender de la mera honestidad intelectual: ¿en qué condiciones se tiene el derecho de 5 hablar de conocimiento, y cómo salvaguardar éste contra los peligros interiores y exteriores que no dejan de amenazarle? Ahora bien, ya se trate de tentaciones interiores o de apremios sociales de todo tipo, aquellos peligros se perfilan todos alrededor de una misma frontera, extrañamente móvil a lo largo de las edades y de las generaciones, pero no menos esencial en cuanto al porvenir del saber: la que separa la comprobación de la especulación. Para el que encuentra siempre este problema a lo largo de sus actividades profesionales, el estatuto de «Sabiduría» o, al contrario, de «Conocimiento» peculiar a la filosofía ya no corresponde a un problema de lujo o de mera teoría: es una cuestión vital porque condiciona los fracasos o los éxitos del esfuerzo de millares de investigadores. En primer lugar el de lo~ filósofos jóvenes, porque, especializándolos en cuanto llegan a las facultades en una disciplina que los autores de más solvencia de la historia de la filosofía han abordado sólo después de años y años de investigaciones científicas, se les incita a creer que pueden entrar de golpe y fácilmente en las supremas regiones del saber, mientras que ni ellos, ni a veces sus maestros, tienen la menor experiencia de lo que es la conquista y la comprobación de un conocimiento parti