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ÍDEAS BRAVAS EN LA ARENA (editorial)
DESDE que el hombre ha hecho su aparición en la tierra ha tenido miedo. Y el miedo, individual o colectivo, es una de las fuerzas más poderosas de la historia humana. Es uno de los elementos primarios de la naturaleza del hombre; uno de los componentes básicos de su personalidad. Tiene miedo sólo el que posee razón; los animales no tienen miedo, tienen pánico. Cuando un ser es presa del pánico, sufre la parálisis de algunos sentidos y comete actos desaforados. El hombre que teme, inmediatamente busca los medios para dominar a la cosa o a la idea que le amenaza. El hombre que teme huye, pero, a diferencia de la mayoría de los animales enloquecidos, no corre hasta precipitarse en el abismo o hasta caer agotado: de vez en cuando mira hacia atrás, y cuando se da cuenta de que el peligro ya no es trágicamente inminente, trata de encontrar una solución más sutil, menos instintiva que la carrera. Este volver la cabeza es un rasgo exclusivo del hombre: el animal asustado corre hasta el momento en que olvida la razón que ha determinado su huida...
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LOS GLACIARES, ESCULTORES DE LA TIERRA
El magnífico glaciar Bernard, de Alaska, verdadero río de hielo. Hace un millón de años la cuarta parte del globo terrestre estuvo cubierta por ventisqueros de este tipo. Hoy en día sólo se los puede, encontrar en las inmediaciones de las grandes cadenas de montañas. El canal principal del que aparece en la fotografía tiene 300 metros de espesor, un kilómetro y medio de ancho y 40 kilómetros de extensión; y se desplaza por su cause a razón de 1 metro por día (Véase LAS EDADES GLACIARES, por Willy Ley.)
ideas bravas en DESDE que el hombre ha hecho su aparición en la tierra ha tenido miedo. Y el miedo, individual o colectivo, es una de las fuerzas más poderosas de la historia humana. Es uno de los elementos primarios de la naturaleza del hombre; uno de los componentes básicos de su personalidad. Tiene miedo sólo el que posee razón; los animales no tienen miedo, tienen pánico. Cuando un ser es presa del pánico, sufre la parálisis de algunos sentidos y comete actos desaforados. El hombre que teme, inmediatamente busca los medios para dominar a la cosa o a la idea que le amenaza. El hombre que teme huye, pero, a diferencia de la mayoría de los animales enloquecidos, no corre hasta precipitarse en el abismo o hasta caer agotado: de vez en cuando mira hacia atrás, y cuando se da cuenta de que el peligro ya no es trágicamente inminente, tirata de encontrar una solución más sutil, menos instintiva que
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la carrera. Este volver la cabeza es un rasgo exclusivo del hombre: el animal asustado corre hasta el momento en que olvida la razón que ha determinado su huida. El hombre, por otro lado, es el único ser viviente que se teme a sí mismo, el único que teme las opiniones ajenas acerca de su persona y el único que teme las ideas. Su capacidad de razonar lo hace víctima ele infinitos temores. El miedo ha paralizado muchas veces el progreso técnico, científico y filosófico; pero la parálisis no puede prolongarse demasiado, por el dinamismo mismo de la raza humana, por su imposibilidad de estancarse en un molde, por su inevitable reacción ante los obstáculos de cualquier naturaleza. Cada causa de miedo es, para el hombre, un problema: su inquietud no le permite dejarlo a un lado u olvidarlo; y se esforzará por encontrar la manera de resolverlo. Frente a una fuerza bruta y ciega de la
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la arena naturaleza, como puede ser, por ejemplo, la irrupción de las aguas que se precipitan de los cerros, el hombre, en el comienzo, se asusta y huye. Luego se da cuenta de que, estableciendo su morada en lugares elevados, no corre peligros. En fin, construyendo diques, represas y canales, domina y subyuga a su enemigo, cuya fuerza, esclavizada en centrales eléctricas y en ob