Memorias De Una Cubanita Que Nació Con El Siglo

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*& r 4> > >. *4r / . * (|oo¿ o r ó © (BSJÜD ¿í ©figto Renée Méndez Capote •í' X . S ' Jü **¿¿ «É Editorial Pueblo y Educación PROCEDENCIA Mojase Edición: Ing. Sabina Miranda Torres Diseño: Bienvenida Díaz Rodríguez Ilustración de cubierta: Alberto Cancio García Emplane: Martha Fiallo Falcón © Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, 1964 © Segunda Edición, 1990 ©Tercera Edición, 2004 © Herederos de Renée Méndez Capote, Cuba, 2004 © Editorial Pueblo y Educación, 1990 ISBN 959-13-0757-8 EDITORIAL PUEBLO Y EDUCACIÓN Ave. 3ra. A No. 4605 entre 46 y 60, Playa, Ciudad de La Habana, Cuba. CP 11300. A Cintio A Friol A Fina A Blanch ' & % ítul Yo nací inmediatamente antes que la República. Yo en noviembre de 1901 y ella en mayo de 1902, pero desde el nacimiento nos diferenciamos: ella nació enmendada y yo nací decidida a no dejarme enmendar. Me aguardaba una familia ansiosa de ver ¡legar una niña después de dos varones y, naturalmente, esperaban mucho de mí; forzosamente tenía que defraudarlos en algo. Nací grande y gorda, alegre, sana, rebelde y vigorosa. Mi madre no podía comprender que su hija hembra, entonces se decía así, no fuera fina y linda, porque ella lo era y mucho. Yo de fina no tenía nada y de linda tampoco. Mi padre, como se vio reproducido hasta en pequeños detalles, salvando las diferencias básicas, naturalmente: cachetes mofletudos, piernas gordas, cuerpo ancho, ojos papujos y achinaditos, boca carnosa, pues decidió que había nacido "la niña más linda del mundo" y así lo declaró orgulloso a todo el que se le puso a tiro que era el "toute la Havanne", multitud de personas bien educadas que en vista del extraordinario parecido no se atrevieron a contradecirlo. De primera y pata me sacó para la sala loco de contento y entre las burbujas del champaña que se tomaron ellos, me cargaron Alberto Herrera y Franchi, que había sido su ayudante durante toda la guerra de independencia y a la sazón era novio de mi hermana Teresa que contaba diecinueve años, y Joaquín Llaverías, que supongo ya aspiraba al Archivo Nacional y era un íntimo de la familia. La cara de Joaquín me curó de espanto desde ese mismo momento y por eso yo no le tuve nunca miedo a nada. Cuando a mí me engendraron, estaba Cuba en plena efervescencia. Mi embrión se nutrió de lucha y esperanza, de fuerza combativa. Fui la hija de la Constituyente como mi pobre hermanita, que fue engendrada a los dos meses de mi nacimiento y pesó al nacer menos de cuatro libras, fue la "hija de la Enmienda Platt" y se nutrió en el claustro materno de desilusión y de amargura, de ansiedad y de impotencia. A pesar de todas las buenas condiciones que traje al mundo, nací bajo un signo terrible y mis primeros recuerdos están asociados a la intervención. No me importa lo que dicen los historiadores. Pienso que la historia de Cuba no se ha escrito todavía, porque no se ha revuelto bien aún el poso que sirvió de cuna a la República y la cortedad de visión y la largura de ambiciones personales, que como pañales la envolvieron, no se han distribuido todavía. Hace falta un historiador imparcial, sin prejuicios y muy paciente, además de muy bien enterado, que no tema herir para que pueda hacer justicia. Yo no pretendo acercarme siquiera a un historiador, pero yo sé que en los años que precedieron a 1902 y en los que le siguieron hubo una sombra de malestar que enturbió todos los acontecimientos, ensombreciéndolos 1 con una neblina tenaz. Yo fui para mi padre la ¡ucecita de faro que atravesaba esa niebla y solamente con eso está justificada mi venida al mundo. Yo era hija del espacio y donde primero me situó la vida fue en una enorme extensión de yerba verde, frente a un alegre grupo de casas de madera con anchos portalones. Detrá