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aposta http://www.apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/larrique1.pdf nº 43, Octubre, Noviembre y Diciembre 2009
revista de ciencias sociales ISSN 1696-7348
CONFORMACIÓN DEL CAMPO SOCIOLÓGICO TEMPRANO Diego Larrique Porley Universidad Central de Venezuela
Los principales temas que dominan el pensamiento social del siglo XVIII están marcados de forma inequívoca por la influencia que supone el Iluminismo y la paulatina decadencia de la explicación religiosa del mundo. Fue necesario para el surgimiento de la sociología como disciplina aceptada científicamente en el mundo académico a finales del siglo XIX el influjo de los filósofos “iluminados” y la concepción que suponía la posibilidad de explicar el mundo en el esfuerzo de develar las leyes que lo regían, de la misma forma en la que Newton había desarrollado su modelo en el ámbito de las ciencias naturales. La ruptura con la escolástica medieval y los acelerados avances de las ciencias naturales permitieron el desarrollo de una nueva visión del mundo que, encarnada en el pensamiento de los filósofos del Iluminismo, permitió no sólo el desarrollo de la sociología como disciplina, sino la formación de los campos científicos modernos de buena parte de las disciplinas referidas al mundo social [1]. Tal como ha señalado Jesús Rodríguez Ibáñez en La Perspectiva Sociológica, la sociología es producto de la modernidad, es hija de un proceso de crisis que supone el desacomodo del orden medieval del mundo y las explicaciones que descansaban sobre la idea de Dios y sus designios; ahora en su lugar la fe en la razón humana así como la creencia en el progreso de la humanidad por vías del desarrollo científico serían las nuevas ideas —motor del pensamiento social desde el siglo XVIII [2]. La modernidad, como gran contexto en el que se desenvuelve el desarrollo de la sociología es definida por Ibáñez en los siguientes términos: 1
Cuando hablo de modernidad, me refiero a la era que surge con el proyecto ilustrado y su triunfo revolucionario en 1789, y que, a mi entender, llega en sus constantes básicas hasta nuestros días. Estas constantes serían, resumidamente, dos: la fe en el progreso y el crecimiento indefinido de la sociedad, y la aspiración a prever y controlar ese proceso de manera integral. (Ibáñez, 1989: 27)
Compartiremos tal definición en virtud de la posibilidad que nos da de integrar dos ideas claves para el pensamiento del siglo XVIII y su vinculación con el del siglo XIX en el contexto del surgimiento de nuestra disciplina: la fe en el progreso y la aspiración a controlarlo son parte de la misión que encarará algunos años más tarde la primera física social saintsimoniana o la sociología de Comte, el evolucionismo de Spencer y de alguna forma todo el pensamiento del siglo XIX. Mirándose en el espejo de las ciencias naturales y sus avances, la adopción del método científico como nueva guía de la investigación sobre el mundo, investigación por otra parte objetiva, precisa, basada en la observación y experimentación, libre de filosofías especulativas propias de la edad media etc. se cree posible, o más bien necesario, la creación de una nueva ciencia que permita el estudio del mundo social con las mismas garantías de plausibilidad del conocimiento que ofrecían las ciencias naturales y su método. Veremos cómo esta posibilidad de desarrollo de un pensamiento científico sobre lo social es producto de esta nueva mirada del mundo de los filósofos del Iluminismo y su materialización en la Revolución Francesa, que, junto con la Revolución Industrial, marcan el contexto del pensamiento de los siglos XVIII y XIX y permiten comprender lo que arriba se llama la consolidación de la sociología como disciplina científica. El pensamiento del Iluminismo tuvo su máxima expresión en la Revolución de 1789 y, por lo tanto, en el desplazamiento de la aristocracia del poder político, la