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Copyright © 2011 Alvaro Orozco Jaramillo All rights reserved. ISBN-10: 1466238313 ISBN-13: 978-1466238312
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a mi inseparable compañera y esposa Beatriz Múnera por el soporte que me brindó en todo momento. A mis adoradas hijas Fernanda y Lina, y a mi yerno, el joven empresario Rainer Viertel, quienes leyeron los borradores y me dieron valiosas recomendaciones.
Muy especialmente agradezco a mi hermano, el ingeniero Arturo Orozco, por las lecturas repetidas de las diferentes versiones con invaluables consejos, así como las de mis compañeros de tertulias, las escritoras Ana Margarita López y Ana María Cadavid, y el matemático Pedro Ramírez, por sus juiciosos comentarios. Lo mismo para todos mis conocidos y contertulios que de una manera u otra contribuyeron con sus reflexiones y acotaciones. Un agradecimiento muy especial va para el destacado escritor y amigo Álvaro Pineda Botero por sus recomendaciones de estructura y estilo que contribuyeron a que este texto sea legible.
El calentamiento global antropogénico (CGA), o sea el causado por el hombre, siempre ha estado en el trasfondo de mi vida profesional, desde mis estudios de posgrado en The Pennsylvania State University (1976). Como una posibilidad remota inicialmente, pero que fue adquiriendo más urgencia con el paso del tiempo. Ya en mi curso de Air Pollution en Penn State se hablaba del aumento del CO2 y del efecto invernadero. Aunque el centro de mi actividad docente, investigativa y profesional estuvo, hasta hace unos años, más ligada al tratamiento y manejo de las aguas residuales y de los residuos sólidos, no dejé de escribir un par de artículos sobre la parte aire de mi profesión. Siempre leía los avances en el tema del calentamiento global, principalmente en Scientific American, revista a la que he estado suscrito desde hace décadas, gracias a generoso obsequio de mi esposa Beatriz.
Pero con el inicio del siglo XXI, lo que era un rumor se fue convirtiendo en ruido ensordecedor. Una generación de jóvenes adultos que fueron educados en el dogma del calentamiento global antropogénico, servían de fértil suelo para la propaganda de instituciones verdes que se mimetizaron como la parte noble y generosa de la humanidad, en contraposición a las "malvadas" multinacionales de la industria petrolera, cuya avaricia les llevaba a sacrificar el planeta en aras de la maximización de sus ganancias. Todo lo anterior, alimentado por un consenso de científicos del clima, que gritaban al mundo desde sus torres de marfil los peligros de continuar con la horrorosa carrera del progreso, aullidos que recogía la prensa mundial atizando la hoguera, exigiendo la sustitución de los combustibles fósiles y la disminución de los estándares de vida a niveles de siglos pasados. La esperanza de media humanidad, en especial en China e India, de disfrutar algún día de la estabilidad y confort de la clase media debía ser cortada de tajo, y los países que ya disfrutaban de ello de manera generalizada, debían de parar en su afán consumista, ahora considerado como exorbitante lujo. De lo contrario la civilización humana sería destruida, decían.
En el año 2005 decidí darme un sabático, pues creí llegada la hora de dedicarme a estudiar de tiempo pleno las ciencias relacionadas con el calentamiento global
antropogénico, aprovechando las posibilidades del ancho de banda que mi proveedor de internet empezaba a ofrecer, y de la entonces ya generalizada tendencia a hacer accesible todo el conocimiento humano en la formidable red en que se ha convertido la www. Leí artículos de revistas científicas, bajé datos climáticos y los analicé con programas de computador de mi autoría, o bajados de páginas de universidades que ofrecían generosamente este servicio. En esas estaba cuando apareció el documental de Al Gore "Una verdad incómoda". Me produjo una cata