Himnos, Epigramas Y Fragmentos


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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 33 CALÍMACO HIMNOS, EPIGRAMAS Y FRAGMENTOS INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE LUIS ALBERTO DE CUENCA Y PRADO Y MÁXIMO BRIOSO SÁNCHEZ f e E D IT O R IA L G R ED O S O 3 3 3 - O i 26 uO Asesor para la sección griega: C a r l o s G a r c ía G u a l Según las normas de la B. C. G ., la traducción de este volumen ha sido revisada por E m il io F e r n á n d e z -G a l ia n o A r d a n a z . © EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 1980. www.editorialgredos.com Luis Alberto de Cuenca y Prado ha traducido los Himnos y los Epi­ gramas, y Máximo Brioso Sánchez, los Fragmentos. P r im e r a e d ic ió n , 1 1980. REIMPRESIÓN. Depósito Legal: M. 1106-2001. ISBN 84-249-3549-7. Impreso en España. Printed in Spain. Gráficas Cóndor, S. A. Esteban Terradas, 12. Polígono Industrial. Leganés (Madrid), 2001. Encuademación Ramos. INTRODUCCIÓN GENERAL 1. Calimaco de Cirene «Like a Hilliard painting»1: es el símil pictórico de Ferguson. ¿Estaría pensando en el «Retrato de hombre joven» del Victoria and Albert Museum londinense? Cabello ensortijado y mirada perdida, el joven de Hilliard se apoya indolentemente sobre el tronco de un árbol. Hojas y calzas blancas, flores, capa y gorguera: todo es uno. Uno y múltiple en el óvalo minúsculo y perfecto, como la dulce sombra del bigote o esa postura de Apolo sauróctono con que quiso inmortalizar, praxitelianamente, Nicholas Hilliard a su personaje. Uno y múltiple, porque los detalles son la atmósfera, y la atmósfera la melancolía2. Así, un triste arlequín de porte aristocrático puede ser, de algún modo, el símbolo que presida esta traducción castellana de las Obras de Calimaco, porque el poeta de Cirene es tam­ bién ese clown melancólico de la pintura, y entre él y el pintor miniaturista isabelino no sólo son las técnicas parangonables. 1 Apud J. F e r g u s o n , «The Epigrams o f Callimachus», Greece & Rome XVII (1970), pág. 66. 2 R o b e r t B u r t o n publicaría en 1621, dos años después de la muer­ te de H i l l i a r d , uno de esos libros de medicina que honran a la literatu­ ra: su célebre The Anatomy o f the Melancholy. Diríase tributada al joven lánguido del miniaturista. 8 HIM NOS, EPIGRAMAS Y FRAGMENTOS Antes de seguir adelante, hay que advertir de un hecho fundamental: mientras que para un tipo — muy extendido— de poeta la literatura no es otra cosa que su propia vida, para Calimaco la vida no es otra cosa que literatura. Así, no im­ porta en absoluto (como en el caso del Peregrino, en las Sole­ dades de Góngora) si existió alguna vez el hermoso Lisanias del Epigrama XXVIII o si se alude a alguien de la casa real egipcia en un verso o en otro de los Himnos (como no im­ porta, allá en el fondo, la identidad real de Elisa en la Égloga I de Garcilaso, o la paternidad fidedigna de la Epístola moral a Fabio). Calimaco había llegado a Alejandría cuando el co­ nocimiento y el saber se valoraban por encima de la riqueza. Ptolemeo I Soter fundó la biblioteca del Briquión, y Ptolemeo II Filadelfo, con la inapreciable ayuda de Arsínoe II, su her­ mana y esposa, íundó a su vez la del Serapión para duplicados. La Biblioteca de Alejandría no conoció rival en la Antigüe­ dad3. Desde las fabulosas bibliotecas asirías de Senaquerib y Asurbanipal (siglo vn a. C.) la historia de la cultura no ha­ bía conocido un fenómeno semejante. Filitas de Cos, pro­ puesto por Calimaco en el prólogo de sus Aitia como espejo de virtudes literarias, había iniciado el camino de la nueva poesía a fines del reinado de Alejandro. La ruta que conducirá a la elegía erótica romana estaba abierta. Calimaco será su jalón más inolvidable. En este ambiente, pues, de culto a los valores intelec­ tuales va a desarrollarse la personalidad humana y artística del poeta
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