Música Concreta Música Concreta Por AMPARO DÁVILA Digitalización: Innombrable Revisión y corrección: Innombrable (necroteka) letras mexicanas FONDO DE CULTURA ECONÓMICA 1 Amparo Dávila Primera edición, 1964 Primera reimpresión, 2002 Comentarios y sugerencias:
[email protected] Conozca nuestro catálogo: www.fce.com.mx D. R. © 1964, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA D. R. © 2002, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D. F. ISBN 968-16-6655-0 Impreso en México 2 Música Concreta ARTHUR SMITH ARTHUR SMITH se levantó como todos los días a las siete menos cuarto. Tomó su acostumbrada ducha y se afeitó con toda calma. A las siete y media bajó a la cocina. Mrs. Smith le sirvió la taza de café acabado de hacer, que él acostumbraba beber mientras leía el Financial Times. Esa mañana Arthur Smith retiró la taza de café, sin probarlo siquiera, y dijo a su mujer que quería algo de fruta. Mrs. Smith lo miró muy extrañada: aquello venía a romper una rutina de muchos años. No juzgó oportuno hacer ningún comentario y se limitó a llevarle una tajada de melón y plátanos. Arthur Smith tampoco leyó el Financial Times y sí se puso a ojear, muy entretenido, una revista de commics que su hijo Jerry había dejado en la cocina. Mrs. Smith tuvo que hacerle notar que eran cerca de las ocho y que si no se apuraba perdería el autobús, para la ciudad, de las ocho y cuarto. Él asintió con desgano y se dispuso a tomar su portafolio, el sombrero y el paraguas. Ya en la puerta, se despidió de su mujer con un ligero beso en la frente, como siempre lo hacía, y ella lo vio irse a través del jardín. Mrs. Smith volvió a la cocina y se sentó en el mismo sitio que había ocupado su marido. Encendió un Lucky Strike y empezó a beber el café, ya frío, que el hombre había dejado. Estaba preocupada. Arthur era un hombre por naturaleza metódico y ordenado, lleno de pequeños hábitos y rutinas que jamás rompía. Además era un gran bebedor de café y nunca, por ningún motivo, perdonaba la taza matinal antes de tomar otra cosa. Desde que se casaron (hace dieciséis años), lo bebía diariamente. Cuando ella no podía hacerlo por encontrarse enferma él mismo lo preparaba. Solía decir que el estómago aullaba sin una taza de café caliente. Mrs. Smith trató de no inquietarse demasiado y encogiéndose de hombros se levantó y fue a gritarles a Tom y a Jerry que bajaran a desayunar, porque ya eran las ocho pasadas. Los muchachos llegaron haciendo mucho ruido y ella les sirvió sus hot-cakes y su leche. Cuando terminaron de desayunar salieron corriendo para la escuela, haciendo rebotar la puerta de resortes de la cocina. Mrs. Smith subió la escalera, podían oírse las risas y los gritos de los dos pequeños en la recámara. Los encontró jugando alegremente. No querían dejarse vestir y corrían de un lado a otro de la habitación. Por fin los atrapó y, después de haberlos vestido y peinado, bajó con ellos a las cocina. Les arregló su fruta. Ese día estaban muy traviesos, más que de costumbre. Rompieron la botella de la leche y el frasco de la mermelada; Mrs. Smith les propinó un buen manazo a cada uno y los sacó al jardín para que la dejaran en paz. "No es posible poner en orden una casa, ni hacer nada, con niños corriendo por todos lados", decía siempre Mrs. Smith. Y todos los días tan pronto desayunaban iban a jugar al jardín. Entonces ella comenzaba la diaria rutina del hogar. Ese día la mujer estaba nerviosa, no obstante que se repetía que aquel incidente del café y del Financial Times tal vez no tenía ninguna importancia y que era absurdo seguir pensando en ello. Empezó a recoger la cocina y a lavar los trastos. Un plato resbaló de sus manos y se hizo pedazos en el suelo. Suspiró con d