La Teoría De La Relatividad Einstein - El Espacio Es Una Cuestión De Tiempo

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LA TEORIA DE LA 1104 EINSTEIN El espacio es una cuestión de tiempo n NATIONAL GEOGRAPHIC LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD EINSTEIN El espacio es una cuestión de tiempo M NATIONAL GEOGRAPHIC DAVID BLANCO LASEKNA os físico y escritor. Ha publicado numerosos libros de divulgación científica entre los que destacan sendas biografías de Vito Volt erra y de una ilustre contemporánea de Einstein. la matemática Emmy Noether. © 2012, David Blanco Lasema por el texto © 2012, RBA Contenidos Editoriales y Audiovisuales, S.A.C. © 2012, RBA Coleccionables, S.A. Realización: EDITEC Diseño cubierta: Lloreiu; Martí Diseño interior Luz íle la Mora Infografías: Joan Pejoan Fotografías: Age Fotostock: 45ai, 95; Album: lfibi, lfibd, 45ad, filad, 91b, 165ai; Archivo RBA: lfiai. lfiad. 58, filai, 103, llfi, 117: Cordon Press: 45b; Corbis: 145, l(55b; M. Faraday Elcctricity: 35; The Illustvated Lo mío n .Xnrs: 12fi; Time: 105ad. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor. ISBN: 978-84-473-7625-4 Depósito legal: B-28708-2015 Impreso y encuadernado en Rodesa, Villatuerta (Navarra) Impreso en España - Priuted ¡n Spahé Sumario 7 INTRODUCCIÓN CAPÍTULO 1 La revolución electromagnética 15 CAPÍTULO 2 Todo movimiento es relativo 39 CAPÍTULO 3 Los pliegues del espacio-tiempo 85 CAPÍTULO 4 Las escalas del mundo 123 CAPÍTULO 5 El exilio interior 155 LECTURAS RECOMENDADAS 171 ÍNDICE 173 Introducción Einstein vivió una época de revoluciones. Por fortuna, no todas fueron cruentas. Si en el siglo xix la publicidad había logrado auparse a hombros de la prensa, al entrar en el xx conquistó la radio y, en el corto espacio de unas décadas, también la televi­ sión. En tres oleadas sucesivas, el ciudadano de a pie recibió por primera vez, con toda su fuerza, el impacto de los medios de comunicación de masas. Aquellas personas que entonces cele­ bró la fama quedaron grabadas a fuego en el imaginario colec­ tivo: Charles Chaplin, Marilyn Monroe, Elvis Presley, Albert Einstein... Luego vendrían otros actores, músicos y científicos, pero se las verían con un público menos ingenuo. Al final de su vida, Einstein adquirió la dignidad de un santo laico. Tras dos conflictos mundiales, que legitimaron la guerra quí­ mica y el pánico nuclear, la admiración por el progreso científico se había teñido de espanto. Para toda una generación desen­ cantada. la figura del sabio distraído y de pelo alborotado, que abogaba por el desarme y predicaba la humildad intelectual frente a la naturaleza, suponía una última oportunidad de recuperar la fe en una ciencia humanista. En el apogeo de su popularidad, cuando se convirtió en una imagen icónica que sacaba la lengua a los fo­ tógrafos, Einstein había cumplido setenta y dos años. Para enton­ ces la edad había tenido tiempo de templar la mayoría de sus pasiones, salvo su obsesión por reconciliar la mecánica cuántica 7 con la relatividad. A partir de 1980, el acceso a su correspondencia privada inició el asalto a un Einstein más humano, desde luego más joven y también mucho más complejo. .Algunos se sorpren­ dieron de que hubiera alimentado otras inquietudes aparte de fumar en pipa, tocar el violín o evitar los calcetines. Los puntos oscuros de su biografía se centran en la relación con su primera mujer, Mileva Mane, y dos de sus lujos, Lieserl, que nació de manera semiclandestina antes del matrimonio y fue dada en adopción, y Eduard, frente a quien mantuvo una actitud ambiv alente tras conocer que padecía una enfermedad mental. Para muchos queda el retra