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PRÓLOGO Jesús Adrián Escudero Los primeros años que Heidegger pasa como profesor en laUniversidad de Friburgo entre 1919 y 1923 nos presentan a un pensador inconforniista e inquieto, enfrascado en el ambicioso proyecto de dotar a la filosofía de un nuevo sentido. Sus constantes y fructíferas investigaciones en el terreno de la teoría neokantana del conocimiento, en el ambito de la tradición teológica, en la esfera de las diferentes corrientes vitalistas, en el horizonte de la berme- iléutica de Dilthey y, sobre todo, en el contexto de la fenomenología de Husserl y de la filosofía práctica de Aristóteles muestran los esfuerzos de alguien que busca con ahinco dotar a la vida y a la filosofía de un significado que traspase los blindados muros del inundo académico, de alguien que con ahinco quiere sacudirse el yugo de la visión cristiana del hombre. En este sentido, Heidegger no es ajeno al pathos expresionista que invade el clima culturai alemán de posguerra. Desde la historia (Meinecke y Troeltsch) y el arte (Kìrchner Munch y Die Bricke), Ja narrativa ÇNiann, 1usil y Brecht) y la poesía (George y RIlke) hasta la filosofía (Spengler, Lukács y Jaspers), la teologla (Buitmann y Barth) y la sociología (iannheirn y Sche- 1er) se alza al unísono un grito de protesta contra el 9 PDF compression, OCR, web optimization using a watermarked evaluation copy of CVISION PDFCompressor JESUS ADRIAN ESCUDERO PROLOGO optimismo de la razón decimonónica y la sensación de claustrofobia de una sociedad que, desde Bismarck, vivía bato un régimen político fuertemente militarizado. Unos y otros tratan de resolver el dilema dc cóiio volver a captar la inmediatez de las experiencias humanas en e] seno de una realidad socia] fragmentada y sin valores. ofrece un cuadro bastante fidedigno de la genealogía de esa pregunta y dc los diferentes requisitos metodológicos para afrontarla con garantías. Así, en el intento de acceder a la realidad primaria de la vida, nuestro autor se ve obligado a tomar dos decisio- Las exploraciones fenomenológicas del joven Heidegger se niueven en la misma dirección, buscando un antídoto eficaz contra la anemia vital que recorre las aulas universitarias. La filosofía es el antídoto adecuado para unas meutes aletargadas que manifiestan una tenckncia patológica a dejarse contagiar por la nube de opiniones públicas que las envuelve. La filosofía prescribe la terapia que han de seguir aquellos que desean liberarse de las ataduras de los estereotipos dc pensamiento impuestos. En definitiva, En primer lugar, una decisión eminentemente meto- la filosofía ese, COIfl() el sanatorio alpino al que acuden os enfermos de tuberculosis de La î nontaña indgica, un lugar privilegiado para que la vida dei espíritu, alejada de] tráfico de las miserias cotidianas, se enfrente consigo misma y ponga freno a su existencia errática. No se trata dc recuperar ìin misterioso vínculo divino, ni de descender al mundo del inconsciente y, mucho menos., de dar con una mágica concepción del mundo. Sirnpleweiite hay que volver a instalarse en e] insondable instante vivido. Desde esta perspectiva, quizás no resulte tan extraño afirmar que la pre- gunta que realmente determina el pensamiento de este primer Heidegger sea la pregunta por el sentido mismo de la vida humana. La vida humana y su comprensión previa del ser SOfl, Sin flingúii género de duda, las arterias que alimentan su obra temprana1. El rico juego de superposiciones filosóficas al que se asiste eri esta fructífera etapa 1. CL, al respecto, J. Adrián, :Der junge Heidegger und der Hori- Zulu der Seinsfrage.ú: Heide'er Studien 17 (2001), pp. 93-116, y T. Ka!aripararnbil. 4:To'wards Sketching the «Genesis» of «Being and Time.»»: J1eídeer Stt.dien 1 (2000), pp. 89-22O