Países Sin Futuro: ¿qué Puede Hacer La Universidad? (futureless Countries)

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SON DOS LAS METAS de este libro: por un lado, establecer criterios para definir qué países insisten en darle la espalda al futuro (esto es, establecer una medida de evaluación de lo que denominaremos, lúdicamente, como la ‘necedad’ de los países) y, por otro, proponer qué estrategias deberían ejecutar estos países con el fin de salir del marasmo en el que se encuentran (esto es, qué deberían hacer con el fin de que dejen de ser países necios). La base de la argumentación estriba en reconocer que la principal fuente de riqueza en el mundo contemporáneo es el conocimiento. Con la palabra ‘riqueza’, designo tanto a bienes materiales como inmateriales. Sin embargo, el nivel de riqueza de un país no depende solamente de cuánta riqueza poseen, de modo general, sus habitantes; sino de qué manera esa riqueza los satisface, es decir, cuánto bienestar produce. Un país rico es aquel que posee un alto nivel de satisfacción de sus habitantes respecto de sus condiciones de vida. A partir de estas observaciones básicas, se sigue que todo país que se proponga salir victorioso de la lucha contra la pobreza debe impulsar, con especial energía, el área del desarrollo científico y tecnológico. El razonamiento anterior es tan evidente que resulta asombroso que solo en contados lugares se traduzca en la práctica. En efecto, en la inmensa mayoría de países pobres, las clases políticas se dedican a administrar la pobreza; a ilusionar a los pueblos con esperanzas carentes de sustento; y a mantener incólumes, sin enfrentar riesgos, los intereses económicos ya establecidos. Como bien se sabe, este statu quo no aumenta la riqueza. Permite, apenas, explotar los recursos naturales sin convertirlos en la fuente de un desarrollo sostenido. El libro apunta a sustentar la puesta en ejecución de dos campañas. La primera consiste en crear y difundir una nueva categoría destinada a clasificar a los países. Para ello, tomo como base cuánta inversión destinan estos a la producción de conocimiento en comparación con sus posibilidades económicas y con lo que invierten en este rubro las demás naciones. Con la intención de poner en evidencia una realidad a todas luces pasmosa, he creado lo que, irónicamente, denomino como ‘indicador de necedad del país’; un indicador cuyo fin es animar a los dirigentes de los países más necios a dedicar más atención y más recursos a la generación de conocimientos. Esta primera campaña posee, abiertamente, una intención provocadora. El propósito es despertar la discusión y la controversia en los países que padecen del mal de la necedad. Sin embargo, una propuesta de este tipo se queda en el límite de la denuncia y no resuelve el problema de fondo: cómo generar conocimiento. De hecho, la simple política de aumentar los recursos que se destinan a la generación de conocimientos es insuficiente, en especial si no se sabe administrar estos recursos o si estos se orientan de manera equivocada. Por ello, este ensayo incluye una segunda campaña. En ella, propongo estrategias para que, más allá de la existencia o ausencia de políticas gubernamentales que apoyen la generación de conocimiento en algún determinado país, los ciudadanos de este se agrupen para ejecutar, de manera privada, esta tarea. Aprovechando el potencial poco utilizado que permanece como un tesoro escondido en las universidades e institutos tecnológicos, las asociaciones de personas privadas pueden formar redes ciudadanas y, con un gasto económico mínimo, convertirse ellas mismas en generadoras de conocimiento y, por tanto, de riqueza. Esta campaña estaría apoyada en las facilidades que brindan, actualmente, las tecnologías de información y comunicación, y también en la motivación que estas puedan despertar en los integrantes de cada uno de los nodos o equipos de interés que se formen.

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CAPÍTULO 1 3